Esta es la auténtica forma de la tierra (y no es la que crees)

Desde tiempos recónditos, muchas etnias viejas, como Babilonia, la vieja Grecia presocrática o el pueblo hebreo —tal y como expresa el Viejo Testamento—, aceptaron que el planeta era una suerte de disco plano, si bien esta idea no tuvo mucho recorrido. Pitágoras y Parménides ya dedujeron, basándonos en observaciones, que la tierra debía tener una forma esférica, idea mantenida por Aristóteles.
En torno al año doscientos cuarenta a.e.c., el pensador y matemático heleno Eratóstenes, a través de la medición de la sombra proyectada por un palo en exactamente el mismo instante de un mismo día del año, en dos lugares diferentes separados por una distancia famosa, fue capaz de calcular de forma aproximada, y con bastante buen acierto, la circunferencia de la esfera terrestre.
La idea de la esfericidad de la Tierra acabó por asentarse en el ideario colectivo desde ese momento. El mito de que en la Edad Media se creía en la tierra plana, y que Cristobal Colón defendía su esfericidad contra un supuesto dogma dominante, brotó en el siglo XVII de mano del protestantismo como razonamiento ad hominem contra el catolicismo. Mas, realmente, en los últimos dos milenios no se ha discutido tanto sobre la manera del planeta, sino más bien sobre su tamaño, sobre la existencia o no de antípodas, y si, de existir, estaban o no pobladas.

Representación artística de una hipotética tierra plana – kevron2001/iStock

Los coletazos del terraplanismo

Todos estos misterios se resolvieron con la primera circunnavegación del planeta, efectuada por el guipuzcoano Juan Sebastián Elcano, en la misión iniciada por Fernando de Magallanes, que murió en Matcán, Filipinas, ya antes de poder volver a España.
Con estos antecedentes, resulta totalmente irracional que alguien pudiese opinar en una tierra plana. No obstante, a mediados del siglo XIX, el inventor británico Samuel B. Rowbotham defendió la idea terraplanista en su libroAstronomía zetética’ de mil ochocientos sesenta y cuatro. Inventó un experimento, aprovechando los prácticamente diez quilómetros online recta del canal Old Bedford, en Cambridgeshire, a través de el que pretendía probar que la tierra era plana.
Si bien su publicación tuvo poco impacto, consiguió persuadir a múltiples adeptos, uno de ellos, a John Hampden, científico británico y miembro de la Royal Academy. Tuvo la osadía de ofrecer quinientos libras esterlinas de la temporada —una fortuna—, a quien pudiese probar que la tierra no era plana y el naturalista Alfred Russell Wallace, quien elaboró la teoría de la evolución por selección natural al lado de Converses Darwin, admitió. Como era de aguardar, Wallace ganó la apuesta; Hampden jamás llegó a abonar su deuda, e inclusive mandó cartas amenazantes al naturalista y a su familia.
Gracias apogeo de las redes sociales, el terraplanismo ha tenido unos años de gloria renovada en nuestro siglo veintiuno. Mas la verdad es que sabemos a la perfección que nuestro planeta no es plano, y hoy tenemos más pruebas que jamás. Los cálculos de Eratóstenes, las leyes de Newton, el experimento de Wallace, todo cuanto sabemos sobre física y las observaciones directas —ya sea por los viajes al espacio, o por las imágenes que mandan satélites y sondas — nos muestran un planeta tridimensional, aproximadamente esférico.

Fotografía de satélite del planeta Tierra – ESA

El esferoide achatado por los polos

La manera más admitida de la tierra hoy en día es la de un esferoide oblato, levemente achatado por los polos. Este achatamiento se genera por efecto de la rotación terrestre: el ecuador está sujeto a una mayor aceleración inercial centrífuga que los polos, que desfigura el planeta. A mayor velocidad de rotación, mayor es este achatamiento.

El diámetro ecuatorial de la Tierra mide unos doce setecientos cincuenta y siete quilómetros, al tiempo que el radio polar es de unos doce setecientos catorce. La diferencia entre los dos es de apenas cuarenta y tres quilómetros. O sea, que la tierra es un esferoide muy sutilmente achatado por los polos.

Conociendo estas medidas se puede desarrollar de forma fácil un esferoide de referencia, que establecería el nivel básico del planeta, y desde el como se podrían medir altitudes sin complejidad. No obstante, cuando empezó el desarrollo de la tecnología GPS, se pudo observar que este modelo de esferoide achatado no encajaba con la realidad. Los modelos de esferoide de referencia marchan realmente bien cuando se toman de forma local, mas si se procura aplicar, por poner un ejemplo, en España un modelo centrado en México, los resultados salen desviados.

En cartografía, a los esferoides de referencia se les llama ‘datum geodésicos’, y en dependencia del sitio geográfico al que se quiera aplicar, debe utilizarse el conveniente. La existencia de diferentes datum de referencia, y el hecho de que unos no coincidan con otros, nos prueba que el modelo de esferoide achatado por los polos tampoco es la manera adecuada de la tierra.

De la tierra patata a la tierra pera

Modelo de la tierra en forma de patata – ESA

A lo largo del año dos mil cuatro, el satélite GOCE (iniciales en inglés de Explorador de la Circulación Oceánica y la Gravedad) de la Agencia Espacial Europea liberó una de las representaciones que más polémica ha despertado en la última década. Muchos medios aceptaron que esa imagen representaba la manera real de la Tierra, y lejos de ser una esfera, mostraba un cuerpo informe, que fue equiparado con una patata.

La representación del GOCE es real; lo que no es adecuado, en un caso así, es su interpretación. La ESA jamás aseveró que ese modelo representase la manera real de la tierra, sino se trataba de un mapa del campo de gravedad, lo que se traduce en leves alteraciones de altura con respecto al esferoide de referencia promedio. En el modelo, las alturas presentan una alteración de entre cien metros sobre el esferoide de referencia, y cien metros por debajo.

Esto es, que esos enormes relieves que aparecen en la imagen del GOCE expresan un máximo desnivel de doscientos metros. Teniendo presente que el diámetro ecuatorial de la tierra es de unos doce setecientos cincuenta y siete quilómetros, la alteración real representada en ese modelo de ‘tierra patata’ es de menos de un cero,002  por ciento. Una alteración apenas intrascendente, que la representación del GOCE exagera de manera deliberada para facilitar su visualización.

Estas irregularidades leves no son las únicas que se observan en el planeta. Asimismo hay una diferencia en los dos hemisferios. Si tomamos como referencia los dos trópicos —dos líneas paralelas imaginarias, ubicadas a una latitud aproximada de 23.44º en los dos hemisferios—, la longitud del trópico de Capricornio —del hemisferio sur— mide unos doscientos cincuenta metros más que el trópico de Cáncer —del hemisferio norte—; y con respecto a ese esferoide de referencia, achatado por los polos, el polo sur está a unos veinticinco metros por debajo, al tiempo que el polo norte está a unos veinte metros por encima. La mejor definición que han dado para esta forma, más ancha y ñata por abajo, más angosta y afilada por arriba, es una pera.

Esquema de la deformación de la tierra en forma de pera – (D. G. King-Hele et al., mil novecientos setenta y tres)

¿Por qué desde el espacio vemos una esfera prácticamente perfecta?

Esto es, que al lado de la orografía, la Tierra tiene una forma próxima a la esfera, mas con ciertas particularidades: achatada por los polos, con ciertas irregularidades locales semejante a la superficie de una patata, y una deformación general en forma de pera.

No obstante, cuando vemos el planeta desde el espacio, lo que nos muestran las fotografías es una esfera prácticamente perfecta. ¿Son quizás todas y cada una estas deformidades incorrectas? No, no lo son. Sencillamente, las fotografías no son capaces de enseñar estas irregularidades.

En comparación con achatamiento por los polos, el radio polar es un cero.33  por ciento más corto que el ecuatorial. Las máximas irregularidades en la superficie-patata representan un cero,002  por ciento con respecto al esferoide de referencia, y la deformación en forma de pera representa una alteración de menos del cero,001  por ciento . Son deformaciones a tener en consideración para hacer cálculos o análisis de precisión, mas son alteraciones tan leves que son imposibles de captar en una foto. Sencillamente, cualquiera de estas alteraciones es inferior al tamaño de un pixel de esa fotografía.

Referencias:

  • Brockmann, J. M. et al. dos mil veintiuno. An Improved Model of the Earth’s Static Gravity Field Solely Derived from Reprocessed GOCE Data. Surveys in Geophysics, cuarenta y dos(dos), doscientos setenta y siete-trescientos dieciseis. DOI: diez.1007/s10712-veinte-nueve mil seiscientos veintiseis-cero
  • King-Hele, D. mil novecientos setenta y seis. The Shape of the Earth. Science, ciento noventa y dos(cuatro mil doscientos cuarenta y seis), mil doscientos noventa y tres-mil trescientos. DOI: diez.1126/science.192.4246.1293
  • King-Hele, D. G. et al. mil novecientos setenta y tres. Refining the Earth’s Pear Shape. Nature, doscientos cuarenta y seis(cinco mil cuatrocientos veintiocho), ochenta y seis-ochenta y ocho. DOI: diez.1038/246086a0
  • Russell, J. B. mil novecientos noventa y siete. Inventing the flat earth: Columbus and modern historians ([Nachdr.], 1. publ. in mil novecientos noventa y uno). Praeger.

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