EL CAIRO MAMELUCO

El Cairo es patrimonio de la Humanidad, y los turistas que lo visitan piensan que es solo la puerta de entrada a Egipto, pero no pueden estar más equivocados. 

  A la muerte del último sultán ayubí, en el 1250, los esclavos turcos que constituían lo más selecto de su ejército, llamados «mamelucos«, tomaron el poder conservándolo hasta la llegada de los otomanos en 1517. Sus dotes militares produjeron una serie de campañas triunfales sobre los mongoles y los Cruzados que dieron a Egipto el control de toda Palestina y Siria; y así Egipto conoció uno de los más largos periodos de unidad política y relativa calma que permitió que se convirtiera en uno de los grandes centros del comercio internacional. Egipto se mantuvo como bisagra del comercio mundial entre Oriente y Occidente  a través del mar Rojo, en particular la ciudad de al-Qahira que en época de los mamelucos se convirtió en uno de los centros comerciales más  importantes de la mundo, hasta el descubrimiento de las rutas marítimas por los europeos,  que afectó al gran comercio oriental.

Por otra parte el traslado del Califato Abasí de Bagdad a al-Qahira (El Cairo) en tiempos del sultán Baybars influyó en el desarrollo y expansión de la ciudad, pues además de capital del Estado Mameluco de Egipto y Siria se convirtió en sede del Califato, lo que revitalizó  la vida cultural, científica y religiosa, multiplicándose las instituciones educativas, como madrasas (escuela de ciencias islámicas) y janqas (monasterio u hospederías para sufíes o derviches) que se llenaron de sabios y estudiosos procedentes de Oriente y Occidente.

Sultanes y emires quisieron reflejar en al-Qahira la grandeza y opulencia del Sultanato embelleciéndola con palacios, fundaciones pias que formaban a menudo complejos monumentales que reunian una madrasa con la tumba del fundador y un maristan (hospital) y bellas mezquitas; de todos ellos los sultanes Baybars y Qalawun fueron los constructores más importantes. 

Los sultanes mamelucos prosiguieron con las transformaciones emprendidas bajo los ayubíes en el centro de la medina, en la plaza llamada «Entre los Dos Palacios» por los palacios de la época fatimí.  El sultán Baybars proclamó que la propiedad los palacios fatimíes era del Tesoro Público, así como edificios que pertenecían a los descendientes de esta dinastía, por lo tanto fueron puestos a la venta, y poco a poco edificaciones religiosas, locales comerciales y viviendas los sustituyeron.  El sultán Barakat Jan construyó en este espacio, el zoco al-Saga (de los orfebres) que estaba estructurado en pequeñas calles y estrechos pasadizos, y contaba con varias puertas y en su interior los orfebres fabricaban y vendían todo tipo de objetos y joyas de metales preciosos, albergaba también todas las operaciones de cambio de dinero.

  En la segunda mitad del siglo XIV, el emir Yaharkas al-Jalili decidió construir su jan (posada, lugar de alojamiento para viajeros y mercaderes)  sobre el lugar en el que siglos atrás Gawhar al-Sigilli construyera el gran Palacio para su califa fatimí y el mausoleo de la dinastía (Turbe al-Za’afran), limitándose a transportar en cestas los restos óseos de los califas fatimíes y arrojarlos en  las afueras de la ciudad en una zona de escombros. Para legitimar el acto, el emir se apoyó en un zjatwa (dictamen jurídico) que declaraba a los fatimíes (chi’ies) herejes de la religión musulmana y que, por lo tanto, no tenían derecho a permanecer en sus tumbas. Hoy nada queda de aquel edificio original, tan solo su nombre Jan al-Jalili, porque en el año 1511 el sultán al-Guri mandó destruirlo y en su lugar construyó almacenes, tiendas, casas de alquiler («rab») y wikalas (caravanserays urbanos) estructurados en calles perpendiculares, con tres puertas monumentales que imitan el modelo de los majestuosos accesos de mezquitas, madrasas y janqas. 

Los sultanes mamelucos se interesaron en los establecimientos comerciales por su beneficio rápido y constante, que les permitía disponer de dinero para invertir en sus grandes complejos religiosos o sociales, como el maristan (hospital) de Qalawun, las madrasas, los sabils (fuentes públicas) y los kuttabs (escuelas coránicas primarias).

Rápidamente, el eje estructural Norte-Sur de al-Qahira entre Bab al-Futúh y Bab al-Zuweila (calle al-Mu’izz li-Din Allai) se llenó de madrasas, mezquitas, tiendas, wikalas, jan y suq, convirtiéndose en la espina dorsal del comercio internacional del Egipto mameluco, junto con sus zonas aledañas.

Las remodelaciones y edificaciones llevadas a cabo por los sultanes mamelucos no se limitaron a la medina «intra muros«. En la Ciudadela reconstruyeron los palacios reales levantados por al-Kamil, convirtiéndolos en tres residencias regias.  El lienzo sur de la muralla se rodeó con otra cuyos restos aún podemos observar en la torre al-Siba (torre de los Leones) que se remonta a la época del sultán Baybars, uno de los más importantes constructores de la Ciudadela. El sultán al-Nasir Muhammad se esforzó en adquirir prestigio ampliando la alcazaba y reconstruyendo los edificios de sus predecesores.  La mezquita de Al-Nars Mohammad, iniciada por el sultán ayubí al-Kamil fue terminada por al-Nasr Mohammad, sultán mameluco. Posteriormente fue ampliada para dar cabida a cerca de 5.000 fieles, y se mantuvo como mezquita aljama para los habitantes de la Ciudadela y alrededores hasta el final del gobierno mameluco y, posteriormente, en la época otomana.

La actividad constructiva continuó en el exterior de la Ciudadela.  El sultán al-Nasir Muhammad urbanizó la plaza al-Rumayla y plantó palmeras y árboles; a su alrededor construyó un muro de piedra, de manera que la plaza se transformó en un vasto espacio que se extendía bajo las murallas de la Ciudadela. En los alrededores de la plaza de la Ciudadela (al-Rumayla) se edificaron los deslumbrantes palacios de los emires durante los reinados del sultán Baybars y sus sucesores, y se construyeron importantes complejos, entre ellos el del sultán Hassan, conjunto de dimensiones colosales, formado por mezquita, madrasa y mausoleo, considerado una obra maestra de la arquitectura mameluca en El Cairo, y madrasas y zocos. A esta zona se trasladaron el zoco de los caballos (al-juyul) y el de las armas (al-silah), situado cerca de la mezquita del sultán Hasan.

La actividad constructiva, manifestación de riqueza y opulencia de los gobernantes mamelucos llegó hasta la morada de los muertos. Así, extramuros de al-Qahira, en una zona desértica, emires y sultanes hallaron el espacio necesario para construir sus grandes conjuntos funerarios, inexistente en la ciudad densamente poblada.  Los inmensos mausoleos que edificaron eran algo más que simples tumbas, albergaban también mezquitas, madrasas, sabiles; edificios en los que pronto las personas sin hogar vieron espléndidos alojamientos gratuitos.  Esta amplia necrópolis, el «Cementerio Mameluco», es hoy conocida popularmente como  la «Ciudad de los muertos».  Si está interesado en conocer toda la riqueza cultural que atesora El Cairo debe descubrir todos los viajes que en la Web de Viajes Próximo Oriente ponemos a su disposición.

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