Descubre a los virusoides, los parásitos que inficionan a virus

En el planeta hay una gran cantidad de organismos patógenos, y muchos afectan de forma directa al humano. Parte de esos organismos son seres vivos: pequeños animales parásitos, hongos y protozoos se unen a bacterias (Así puedes intoxicarte por estafilococos, si bien cocines los …) capaces de ocasionar graves enfermedades en plantas y animales. Les prosiguen, los virus, entidades no vivas que entran en las células y se apropian de su maquinaria bioquímica para fabricar múltiples réplicas de sí y, de esa manera, contagiar.

Salvo ciertos virus inusuales, capaces de saltar de unas especies a otras, la mayoría inficionan solo a una especie, o a un conjunto de especies pertenecientes a un mismo estirpe evolutivo. Los más conocidos son los que afectan al humano y a otros animales, mas asimismo existen virus que inficionan plantas, hongos e inclusive bacterias —se llaman virus bacteriófagos, o ‘fagos’—.

Virus bacteriófago, o fago, un virus capaz de inficionar bacterias. – Ozgu Arslan /iStock

Puede resultar curiosa la cadena de patógenos potenciales. Por poner un ejemplo, un cestodo puede parasitar a humanos —enfermedad famosa como hidatidosis—. Hay hongos que parasitan a los cestodos; bacterias que inficionan hongos; y virus que pueden inficionar bacterias. En esta cadena de patogenicidad, daría la sensación de que los virus se hallan en el último eslabón. No obstante, existen entidades no vivas, aún más pequeñas que los virus, que parasitan virus: los virusoides.

¿Qué es un virusoide?

Un virusoide es una cadena simple de ARN, de forma circular y que se enrolla sobre sí haciendo secciones espirales, con un genoma de menos de dos mil nucleótidos —algunos, solo unas pocas decenas—, que no codifica para ninguna proteína.

Para entender este tamaño en su justa proporción, lo más práctico es equipararlo con con el tamaño de otros organismos conocidos: el genoma de ARN de un virus como el SARS-CoV-dos contiene unas treinta cero bases de longitud; el ser vivo con el genoma más corto conocido es Mycoplasma genitalium, con algo más de quinientos mil de pares de bases—pares, por el hecho de que su genoma se fundamenta en ADN con doble cadena, y las bases están pareadas—; la bacteria Escherichia coli tiene cinco millones; el humano tiene unos tres mil ochenta millones; y el genoma más largo conocido, el de la ameba Polychaos dubium, tiene unos seiscientos setenta cero millones de pares de bases. A la vista de estas cantidades, se puede entender lo excepcionalmente pequeño que es el genoma de un virusoide.

Mas que no codifique para ninguna proteína no implica que no sirva para nada. La secuencia genética de la cadena de ARN de un virusoide secuencia un género de molécula llamada ribozima de cabeza de martillo —por su aspecto tridimensional, que recuerda al conocido escualo—. Las ribozimas no son proteínas, sino más bien fragmentos de ARN capaces de catalizar reacciones bioquímicas concretas, y en el caso de la cabeza de martillo, contesta cadenas de ARN.

En contraste a los organismos celulares, que emplean proteínas para sintetizar cadenas de ARN en su metabolismo, el virusoide puede contestar su genoma usando su ARN. Para contestarse, inficiona células que ya inficionadas por un virus. En ese instante, aprovecha las proteínas del patógeno que fabrica la célula cuya maquinaria bioquímica ha sido secuestrada, y las usa para encapsular sus copias, reduciendo, a veces, la capacidad infecciosa del virus —aunque no necesariamente su sintomatología, que en verdad, puede agravarse—.

Podría parecer que nada puede inficionar a un virus, mas no es cierto. – loops7 /iStock

Virusoides: reliquias de un planeta viejo

Dada su naturaleza, se estima que los virusoides tienen su origen en un planeta Tierra muy primitivo. Su existencia, en verdad, es una de las pruebas en favor de la hipótesis del planeta de ARN, como explicación al origen de la vida.

En los organismos vivos modernos, la información se codifica en una molécula de ADN, con la que, a través de proteínas, se sintetizan cadenas de ARN que, a su vez, llevan las instrucciones para generar proteínas; y estas son las que hacen copias de la cadena de ADN y, en último término, son responsables de la replicación. Teniendo esto en cuenta, en un organismo actual, ADN, ARN y proteínas dependen íntimamente los unos de los otros. La proteína no se puede sintetizar sin las instrucciones genéticas, y las cadenas de ácidos nucleicos no se pueden contestar sin la actividad de las proteínas.

Mas las ribozimas presentes en los virusoides pueden tener la clave. Estas estructuras no están hechas de proteína, sino más bien de ARN, y tienen la capacidad de contestar ARN. Puesto que esta molécula puede marchar a la vez como sistema de almacenaje de la información genética y como catalizadora de la replicación, es muy posible que este mecanismo, o uno muy afín, se halle implicado en el misterio del origen de la vida.

Conforme esta hipótesis del planeta de ARN, esta sería la molécula original capaz de autorreplicarse, y tanto el ADN, como las proteínas e inclusive el propio código genético serían adaptaciones evolutivas siguientes: un sistema considerablemente más eficaz y capaz de preservar la información de una manera más estable, mas en el que cada una de las piezas presenta una profunda dependencia del resto.

Hepatitis D, un virusoide que parasita a un virus humano

No se conocen muchos virusoides, mas uno de los más estudiados es el de la hepatitis D —VHD—, por su relevancia en la salud pública. Se trata de un virusoide que inficiona al virus de la hepatitis B —VHB—, el que a su vez inficiona al humano.

La cadena de ARN del VHD tiene unas mil setecientos bases de longitud, y se encapsula en una cápside icosaédrica formada por proteínas robadas al VHB. La transmisión de VHD puede ser por vía sexual o parenteral —vía material polucionado con sangre o transfusiones—, y asimismo se transmite de madre a hijo; igual que el VHB. No obstante, esta transmisión ha de acontecer a la vez que una de VHB —coinfección—, o, que el receptor ya esté inficionado con VHB —superinfección—. Puesto que precisa compartir, de una u otra manera, infección con el VHB, la inmunidad adquirida contra este virus, por servirnos de un ejemplo, a través de una vacuna, previene asimismo las infecciones de VHD.

Referencias:

  • Birikh, K. R. et al. mil novecientos noventa y siete. The Structure, Function and Application of the Hammerhead Ribozyme. European Journal of Biochemistry, doscientos cuarenta y cinco(1), 1-dieciseis. DOI: 10.1111/j.1432-1033.1997.t01-tres-00001.x
  • Chen, X. et al. dos mil siete. Ribozyme Catalysis of Metabolism in the RNA World. Chemistry & Biodiversity, cuatro(cuatro), seiscientos treinta y tres-seiscientos cincuenta y cinco. DOI: 10.1002/cbdv.200790055
  • Phillips, M. M. dos mil veintidos. Agente delta (hepatitis D): MedlinePlus enciclopedia médica.
  • Pley, H. W. et al. mil novecientos noventa y cuatro. Three-dimensional structure of a hammerhead ribozyme. Nature, trescientos setenta y dos(seis mil quinientos uno), sesenta y ocho-setenta y cuatro. DOI: 10.1038/372068a0
  • SYMONS, R. H. et al. mil novecientos ochenta y siete. Self-Cleavage of RNA in the Replication of Viroids and Virusoids. Journal of Cell Science, mil novecientos ochenta y siete(Supplement_7), trescientos tres-trescientos dieciocho. DOI: 10.1242/jcs.1987.Supplement_7.21

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