Aumenta la preocupación por el «COVID largo», síntomas de larga duración que afectan a las capacidades cognitivas
Trevor Kilpatrick, Instituto Florey de Neurociencia y Salud Mental y Steven Petrou, Instituto Florey de Neurociencia y Salud Mental.
Los científicos están poco a poco más preocupados por la aparición de un síndrome llamado «COVID largo», en el que un porcentaje significativo de los enfermos de COVID-diecinueve experimentan síntomas de larga duración.
Los estudios sugieren que los síntomas continúan a lo largo de más o menos 5–24 por ciento de los casos confirmados de COVID, cuando menos 3 o bien 4 meses tras la infección.
Se piensa que el peligro de COVID prolongado ya no está relacionado directamente con la edad o bien la gravedad inicial de la enfermedad por COVID. Por ende, las personas más jóvenes, y las personas con COVID en un inicio leve, todavía pueden desarrollar síntomas de COVID prolongada.
Ciertos síntomas de COVID prolongado empiezan de manera rápida y persisten, al tiempo que otros aparecen mucho una vez que haya pasado la infección inicial.
Los síntomas incluyen fatiga extrema y dificultades respiratorias continuas.
Lo que nos preocupa en especial a los neurocientíficos es que muchos enfermos de COVID de larga duración manifiestan tener contrariedades de atención y planificación, lo que es conocido como «niebla cerebral».
Entonces, ¿de qué forma afecta la COVID al cerebro? Esto es lo que sabemos hasta el momento.
¿De qué forma llega el virus a nuestro cerebro?
Hay pruebas que conectan los virus respiratorios, incluyendo la gripe, con la disfunción cerebral. En registros de la pandemia de gripe de España de mil novecientos dieciocho, abundan los informes sobre demencia, deterioro cognitivo y contrariedades de movimiento y sueño.
Las patentizas del brote de SARS en dos mil dos y del brote de MERS en dos mil doce sugieren que estas infecciones provocaron que más o menos el quince-veinte por ciento de las personas recuperadas experimentasen depresión, ansiedad, contrariedades de memoria y fatiga.
No hay pruebas concluyentes de que el virus del SARS-CoV-dos, causante del COVID, pueda penetrar la barrera hematoencefálica, que acostumbra a resguardar al cerebro de la entrada de moléculas grandes y peligrosas procedentes del torrente sanguíneo.
Mas hay datos que sugieren que puede llegar al cerebro mediante los nervios que conectan nuestra nariz con el cerebro.
Los estudiosos sospechan esto por el hecho de que en muchos adultos inficionados, el material genético del virus se halló en la una parte de la nariz que empieza el proceso del olfato – coincidiendo con la pérdida de olfato que experimentan las personas con COVID.
¿De qué forma daña COVID al cerebro?
Estas células sensoriales nasales se conectan con una zona del cerebro famosa como «sistema límbico», que está implicada en las emociones, el aprendizaje y la memoria.
En una investigación efectuado en el R. Unido y publicado como preimpresión online en el primer mes del verano, los estudiosos equipararon imágenes cerebrales tomadas a personas ya antes y tras la exposición al COVID. Mostraron que unas partes del sistema límbico habían disminuido de tamaño en comparación con las personas no inficionadas. Esto podría señalar una futura vulnerabilidad a las enfermedades cerebrales y podría desempeñar un papel en la aparición de los síntomas del COVID en un largo plazo.
El COVID asimismo podría afectar de manera indirecta al cerebro. El virus puede dañar los vasos sanguíneos y provocar una hemorragia o bien un bloqueo que provoque la interrupción del suministro de sangre, oxígeno o bien nutrientes al cerebro, singularmente a las áreas responsables de la resolución de inconvenientes.
El virus asimismo activa el sistema inmunitario y, en ciertas personas, esto desencadena la producción de moléculas tóxicas que pueden reducir la función cerebral.
Si bien la investigación sobre este tema todavía es naciente, asimismo hay que tomar en consideración los efectos del COVID en los nervios que controlan la función intestinal. Esto podría afectar a la digestión y a la salud y composición de las bacterias intestinales, que se sabe que influyen en la función del cerebro.
El virus asimismo podría comprometer la función de la glándula pituitaria. La hipófisis, de manera frecuente famosa como la «glándula maestra», regula la producción de hormonas. Entre ellas, el cortisol, que rige nuestra contestación al agobio. Cuando el cortisol es deficiente, esto puede contribuir a la fatiga en un largo plazo.
Este fue un fenómeno reconocido en los pacientes a los que se les diagnosticó el SARS, y en un inquietante paralelismo con el COVID, los síntomas de las personas prosiguieron hasta un año tras la infección.
Dada la significativa contribución de los trastornos cerebrales a la carga global de la discapacidad, el impacto potencial de la larga COVID en la salud pública es enorme.
Hay grandes preguntas sin contestación sobre la COVID prolongada que deben investigarse, como por servirnos de un ejemplo de qué forma se arraiga la enfermedad, cuáles pueden ser los factores de peligro y la gama de resultados, como la mejor forma de tratarla.
Es vital que comencemos a comprender qué causa la extensa alteración de los síntomas. Podría tratarse de muchos factores, como la cepa viral, la gravedad de la infección, el efecto de la enfermedad preexistente, la edad y el estado de vacunación, o bien aun los apoyos físicos y sicológicos prestados desde el principio de la enfermedad.
Si bien existen muchos interrogantes sobre el COVID de larga duración, hay una certidumbre sobre una cosa: debemos continuar haciendo todo lo que resulta posible para eludir que aumenten los casos de COVID, lo que incluye vacunarse tan pronto como resulte posible.
Sarah Handcock, del Instituto Florey, fue asimismo coautora de este artículo.
Trevor Kilpatrick, maestro, neurólogo y directivo clínico, Instituto Florey de Neurociencia y Salud Mental y Steven Petrou, maestro y directivo, Instituto Florey de Neurociencia y Salud Mental
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.